Unas cuantas líneas no son suficientes para describir 27 días, 648 horas, 38,880 minutos de vivencias.
El viaje a Israel fue una experiencia única e irrepetible. Todo empezó unos meses antes con toda la preparación y los diferentes encuentros que tuvimos con nuestros queridos alumnos; cada encuentro era más emocionante porque nos conocíamos más y aprendíamos los unos de los otros, y por supuesto, se acercaba el tan esperado 03 de Julio, día de nuestra partida.
Ya en Israel disfrutamos de días inolvidables y llenos de diversión al igual que de aprendizajes continuos, porque divertirse no está peleado con el aprendizaje, y a su vez, eso llevó a los alumnos a reforzar su identidad judía conociendo diversos lugares que datan desde nuestros antepasados.
Como olvidar nuestra primera visita en Yerushalaim, el Kotel: fue una emoción muy grande estar todos juntos en este lugar mágico, espiritual y lleno de energía. Así como empezamos en este maravilloso lugar, ahí mismo concluimos nuestro viaje, sólo que con muchos sentimientos encontrados.
Conocimos muchos lugares importantes de Israel, lo recorrimos de punta a punta sin dejar ni un rincón por visitar y disfrutar.
El convivir durante tanto tiempo permitió que nuestros alumnos pudieran mostrar en todo momento su calidad humana.
Considero que lo más importante fue la amistad, la unión, la compañía, la solidaridad, el respeto y la gran familia que formamos en este proyecto que, estoy segura, durará por siempre.
Cómo no agradecer infinitamente a las personas que hicieron posible está experiencia, en particular al Comité organizador del viaje, al Rabino Abraham Tobal, a nuestros queridos alumnos y a los madrijim: Salomón Michán, Dan Shimón, Frida Masri y Emilia Gittler, que lograron robarse el corazón de nuestros alumnos.
Agradezco la oportunidad y la confianza del colegio, de los alumnos y de los padres de familia.
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